jueves, 9 de febrero de 2017

¿Cómo pasó? CAP. II

La primera carta no se hizo esperar, aquella misma semana él le escribió. 

Le decía lo guapa que era, lo simpática que le parecía, lo mucho que le gustaba su melena morena... mi madre leía extasiada, le hacía sentir especial. 


Algo que nunca antes había sentido, comenzaba a asomar.

Esa misma semana llegó una segunda carta, esta vez escueta, clara y muy directa. Pretendía una cita, para ello, anexo, dos cuadrados de cartulina... en uno venía un sí, en el otro un por favor... ¡Devuélveme el SÍ! Le pedía él...

Esa noche mi madre durmió con la carta bajo la almohada. Los sueños comenzaban a brotar. 

Irían de nuevo a bailar... en el pueblo había una sala de baile muy popular. Ella no podía entrar, ¡sólo tenía 13 años! Hasta los 16 no podría. Pero... si iba acompañada de un  chico mayor sí. 

¡Ya estaba! ¡Lo había decidido! Le diría que sí.

Entonces recordó los consejos de su madre, "nunca le digas a un hombre que sí a la primera, qué pensará de ti" Eran otros tiempos... las citas se tildaban de un protocolo rancio y arcaico.

Mi familia siempre estuvo sujeta a los prejuicios machistas, rigiéndose por la costumbre, por el férreo detalle de adaptar tu forma de ser a una determinada imagen que la sociedad del momento consideraba "adecuada"

Mi madre nunca contestó aquella carta, no fue necesario. Días más tarde, él se presentaba en su casa. Bajó de su coche recién estrenado, se acercó a mi abuela y con una educación refinada y serena, le preguntó:

- ¿Puedo conocer a su hija?


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