miércoles, 4 de enero de 2017

Cómo pasó.

Todos los niños nacen con un pan bajo el brazo, todos excepto yo.

Nací en una pequeña aldea, en el seno de una familia humilde y bajo el peso color plomo del estigma de los prejuicios.

Soy hija de madre soltera.

En el año 1 973 los derechos de la mujer estaban recién estrenados, empezaban entonces a sacudirse los primeros visos de la libertad femenina. Pero eso solo ocurría en las grandes ciudades. En Asturias y en la aldea donde a mí me tocó nacer, imperaban los prejuicios, las costumbres más arraigadas, los defectos destacaban sobre las virtudes y las acciones era juzgadas de forma ruda e injusta desde el día de tu nacimiento.

Con 13 años mi madre se preparó lo mejor que sabía, se vistió con su único conjunto de ropa nueva, y acompañada por sus hermanas, fue a su primera fiesta.

A veces me imagino a mi madre, tiene la misma edad que mi hija hoy… pienso mucho en ella, en su adolescencia, en la manera en la que le tocó vivirla, en la sociedad que la rodeaba, en la familia que la arropaba. Melena morena, manos largas y bonitas, sonrisa chiquita y piernas de infarto, eso fue lo que a mi padre biológico, cinco años mayor que ella, le llamó la atención.

La invitó a bailar… él también era alto, labios gruesos, aceptó.  


Después de aquel primer baile llegaron otros muchos, siempre con él, siempre , siempre, siempre con él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario